EL TRAFICO NO TIENE SOLUCIÓN
La “sociedad del automóvil” es una realidad. La estructura y gestión de las actividades humanas y del espacio de nuestras ciudades depende de la utilización del automóvil privado. Nuestra forma y calidad de vida actual no podríamos concebirla sin tener automóvil. No sólo es imprescindible para trasladarnos a nuestro trabajo diariamente, sino que lo necesitamos para poder desarrollar la vida diaria, como hacer la compra, disfrutar del ocio, relacionarnos con los demás, etc.
Somos conscientes de la problemática diaria que suponen tantos automóviles en la carretera: accidentes, atascos, falta de espacio en las ciudades, ruidos, contaminación y otros muchos problemas, que vamos esquivando como podemos.
Tener un automóvil no es barato. No sólo es su precio, que pagamos en cómodas cuotas que nos asfixian mes a mes, sino también están los impuestos, el seguro, las revisiones, todos los repuestos, y las reparaciones importantes. Además al utilizarlo gastamos dinero desde que lo arrancamos: gasolina, aceite, refrigerante, limpiaparabrisas, antiestático, aparcamientos legales e ilegales, multas, etc.
Conocemos la problemática ambiental que estamos sufriendo en estos momentos. Temas que antes eran desconocidos para nosotros, los oímos ahora todos los días en las noticias. No afectan a una sola zona o nación, sino que todo el planeta está en grave riesgo. Efecto invernadero, calentamiento global, deshielo de los polos, contaminación de los alimentos y el agua, aumento del nivel del mar, huracanes, inundaciones, incendios devastadores, son algunos de estos problemas. Lo más grave es que nosotros somos responsables de este cambio climático, por nuestra frenética carrera industrial.
La contaminación que estamos generando supera con creces la capacidad de absorción de nuestro planeta. En aras del mantenimiento de nuestra “calidad de vida”, estamos perturbando de tal forma a la Tierra que estamos poniendo en riesgo nuestra propia existencia. Muy tarde y con demasiados incumplimientos algunos países están tratando de minimizar su emisiones. La industria automovilista, con más de 750 millones de vehículos en circulación, y una previsión de 1000 millones en menos de 25 años, es responsable de buena parte de esta contaminación, tanto en la fabricación de componentes como en su vida útil.
Queremos ir hacia un modelo de desarrollo sostenible, lo que quiere decir que deseamos seguir disfrutando de una gran calidad de vida, pero minimizando el daño ambiental. Para lograr esto, el único camino posible es reorientar completamente nuestro sistema de gestión y consumo de la energía, utilizando sistemas más eficaces y eficientes.
Desde mi punto de vista, la utilización del automóvil privado para el transporte de personas supone un callejón sin salida. Sólo deshaciéndonos del vehículo privado para el transporte diario en los núcleos urbanos podremos disfrutar a largo plazo de calidad de vida en nuestras ciudades, y de un medio ambiente más equilibrado, tanto dentro de nuestras ciudades como en la Tierra en su conjunto.
No pretendo eliminar el vehículo privado de la Tierra como medio de transporte, sino creo que hemos “perdido el norte” con respecto a su uso. Los vehículos se crearon para facilitar nuestro transporte, pero hemos llegado a un nivel de saturación que no tiene ninguna solución. Debemos reorientar nuestra forma de desplazarnos en las ciudades. Debemos reorientar la sociedad hacia una forma de transporte colectivo en los núcleos urbanos que nos asegure de forma eficaz, rápida, segura, y barata que podemos trasladarnos a cualquier lugar y a cualquier hora. También debe asegurar que no entorpecerá las demás actividades humanas. Y en este nuevo modelo no hay cabida para el vehículo privado, porque “El Tráfico no tiene solución”, por mucho que la busquemos. Si logramos el objetivo del tráfico colectivo eficaz tendremos una “Ciudad Comunicada” en vez de una “Ciudad atascada y contaminada”, y disfrutaremos de una calidad de vida como nunca lograremos con nuestro propio vehículo. Ojalá entre todos podamos conseguirlo.
Somos conscientes de la problemática diaria que suponen tantos automóviles en la carretera: accidentes, atascos, falta de espacio en las ciudades, ruidos, contaminación y otros muchos problemas, que vamos esquivando como podemos.
Tener un automóvil no es barato. No sólo es su precio, que pagamos en cómodas cuotas que nos asfixian mes a mes, sino también están los impuestos, el seguro, las revisiones, todos los repuestos, y las reparaciones importantes. Además al utilizarlo gastamos dinero desde que lo arrancamos: gasolina, aceite, refrigerante, limpiaparabrisas, antiestático, aparcamientos legales e ilegales, multas, etc.
Conocemos la problemática ambiental que estamos sufriendo en estos momentos. Temas que antes eran desconocidos para nosotros, los oímos ahora todos los días en las noticias. No afectan a una sola zona o nación, sino que todo el planeta está en grave riesgo. Efecto invernadero, calentamiento global, deshielo de los polos, contaminación de los alimentos y el agua, aumento del nivel del mar, huracanes, inundaciones, incendios devastadores, son algunos de estos problemas. Lo más grave es que nosotros somos responsables de este cambio climático, por nuestra frenética carrera industrial.
La contaminación que estamos generando supera con creces la capacidad de absorción de nuestro planeta. En aras del mantenimiento de nuestra “calidad de vida”, estamos perturbando de tal forma a la Tierra que estamos poniendo en riesgo nuestra propia existencia. Muy tarde y con demasiados incumplimientos algunos países están tratando de minimizar su emisiones. La industria automovilista, con más de 750 millones de vehículos en circulación, y una previsión de 1000 millones en menos de 25 años, es responsable de buena parte de esta contaminación, tanto en la fabricación de componentes como en su vida útil.
Queremos ir hacia un modelo de desarrollo sostenible, lo que quiere decir que deseamos seguir disfrutando de una gran calidad de vida, pero minimizando el daño ambiental. Para lograr esto, el único camino posible es reorientar completamente nuestro sistema de gestión y consumo de la energía, utilizando sistemas más eficaces y eficientes.
Desde mi punto de vista, la utilización del automóvil privado para el transporte de personas supone un callejón sin salida. Sólo deshaciéndonos del vehículo privado para el transporte diario en los núcleos urbanos podremos disfrutar a largo plazo de calidad de vida en nuestras ciudades, y de un medio ambiente más equilibrado, tanto dentro de nuestras ciudades como en la Tierra en su conjunto.
No pretendo eliminar el vehículo privado de la Tierra como medio de transporte, sino creo que hemos “perdido el norte” con respecto a su uso. Los vehículos se crearon para facilitar nuestro transporte, pero hemos llegado a un nivel de saturación que no tiene ninguna solución. Debemos reorientar nuestra forma de desplazarnos en las ciudades. Debemos reorientar la sociedad hacia una forma de transporte colectivo en los núcleos urbanos que nos asegure de forma eficaz, rápida, segura, y barata que podemos trasladarnos a cualquier lugar y a cualquier hora. También debe asegurar que no entorpecerá las demás actividades humanas. Y en este nuevo modelo no hay cabida para el vehículo privado, porque “El Tráfico no tiene solución”, por mucho que la busquemos. Si logramos el objetivo del tráfico colectivo eficaz tendremos una “Ciudad Comunicada” en vez de una “Ciudad atascada y contaminada”, y disfrutaremos de una calidad de vida como nunca lograremos con nuestro propio vehículo. Ojalá entre todos podamos conseguirlo.
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